Horacio Hidrovo Peñaherrera y Medardo Mora Solórzano.
La muerte de
Horacio nos entristece a los todos los manabitas. Su vida llena de
realizaciones personales y sociales lo convierten en un inolvidable, merecedor
de ser recordado siempre. Santa Ana y Portoviejo sus lugares de nacimiento y
residencia, jamás dejarán de sentir el orgullo de haberlo tenido como uno de
sus hijos predilectos, Manta le agradecerá eternamente el inmenso e inigualable
legado cultural que dejó en su fecunda labor como Director del Departamento de
Cultura de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, los Festivales
Internacionales de Historia, Poesía, Teatro, Cuento, Danza, Los Festivales
Nacionales de Coros, Concursos de Pintura, de Canto, de Oratoria, de Relato, de
Poesía, su sueño de darle a Manta y Manabí una Orquesta Sinfónica, jamás
dejarán de tener presencia en la memoria de quienes supieron de su excepcional apego
a todo lo que significa manifestación cultural en el más exigente sentido de la
palabra.
Por eso no es difícil encontrar palabras para honrar el nombre de Horacio Gandhi Hidrovo Peñaherrera, sus nombres y apellidos ya significan una expresión de su pensamiento y su forma de proceder. Horacio como poeta, hacía honor al gran Horacio de las inimitables epístolas escritas en el esplendor de Grecia y Roma. Gandhi como el incansable luchador por la paz de la India, asesinado por la brutalidad de quienes promueven la guerra, el conflicto, el odio, el rencor, la venganza. Horacio inclaudicable en sus ideales y principios, nunca dejó de ser el batallador sin concesiones por los más elevados anhelos humanos, fue un verdadero socialista, como lo fue su ilustre padre, ambos caballeros a carta cabal, por eso no es fácil encontrar personas que sin abdicar o renunciar a su doctrina e ideales, llevan una vida decente. Horacio se distinguía por esas cualidades, su corazón se agigantaba ante las pequeñeces humanas, prefería ignorarlas a perturbar la nobleza de su alma, purificada por su adhesión al lado bueno de la vida, sentía el latir permanentemente de la soberbia frase de ese consagrado novelista que fue su padre, “a pesar de todo la vida sigue siendo buena”. Horacio vivió una vida plena, la disfrutó sin treguas ni descanso, así como amaba intensamente escribir, se recreaba con tertulias que conocieron de noches interminables, de amaneceres con sabor al más puro placer de la vida, el deporte ocupaba parte de su existencia que procuraba llevarla con el mayor talante, con el cuerpo y frente erguidos, por todo aquello su vida la transitó con la dignidad de un hombre de bien, justo, solidario, leal, su caminar por las calles y caminos de Manabí supieron que Horacio no conoció de distingos de clases sociales, quería sentidamente una vida feliz para todos, por eso conversaba de sus inquietudes, de sus ilusiones, lo que conocía compartía.
Horacio fue un Doctor Honoris Causa de las letras, de la literatura, del conocimiento, su producción como escritor es cuantiosa, inconmensurable, sus merecimientos agotan cualquier posibilidad de describir en palabras su elevada estatura humana. Alcanzó con su obra las altas cumbres de las exigentes aspiraciones humanas, pero no conoció ni se envaneció con ambiciones bastardas, si alguna virtud debo relievar de Horacio era su desinterés, jamás buscó la opulencia, el enriquecimiento monetario, era un hombre honesto de mente y acción. El egoísmo, la envidia, la mezquindad, solo lograban su reproche, gozaba siendo guía y formador de juventudes, para volverlos mejores ciudadanos, el patrimonio que construyó con su trabajo y esfuerzo, la “Casa de Horacio”, la convirtió en un espacio para la promoción cultural, su casa dejó de ser un hogar privado para convertirse en un espacio para el quehacer cultural, cuántas ocasiones aquel sitio como él lo quería, lo disfrutó todo Portoviejo y todo Manabí, fue el escenario donde se organizaban veladas en las que se gozaba con la amistad fraterna, esa amistad sin condiciones ni límites, que él profesaba, la voz de sus amigos cantantes, el charrasqueo de guitarras y otros instrumentos musicales sonaban para el deleite de los asistentes, aquellas reuniones fueron saborizadas con brindis de copetines de nuestra tierra montubia, de bocadillos brindados con sentido afecto, su único deseo era hacer sentir bien a sus convidados, era un poeta que amaba hacer partícipe a sus amigos de sus vivencias, sus esperanzas, sus sueños, sus añoranzas.
La Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí le debe el más profundo agradecimiento a Horacio, es una institución que tuvo la fortuna de contar con su colaboración talentosa, creativa, dedicada, sin horario, estábamos conscientes como institución que teníamos el privilegio de tener en nuestro claustro al más grande promotor y activista cultural del Ecuador de los últimos 50 años, lo afirmo con todo el respeto y consideraciones que tengo para quienes han entregado su aporte a todo lo que significa manifestaciones del arte, del espíritu, aquello explica las frases que pronunció el exigente crítico literario y filósofo Dr. Fernando Tinajero, en la presentación de su Antología Poética en el Palacio de Cristal de Guayaquil, Horacio es único, es el auténtico poeta de la periferia del país, jamás se dejó contaminar por las enfermedades de la sociedad, por esa manera de ser nunca quiso separarse de su querida Manabí, aquí se sentía mejor que en ninguna otra parte, era un hombre de mundo, por eso apreciaba en su verdadera dimensión las bondades de su tierra manabita, por todo ello, su pensamiento, su voz oral o escrita, nunca dejó de ser revolucionaria, era un convencido que podíamos tener una mejor patria, su hábitat natural fue el del escritor de vocación y convicción, eso explica el porqué no aceptaba incursionar en el ámbito de la política, su oficio, su pasión, era sembrar vida verdaderamente humana en el espíritu de la personas, hoy su hija Tatiana, brilla con luz propia, haciendo quedar muy bien a Manabí desde la Presidencia del Centro Cívico “Ciudad Alfaro”.
No debo extenderme más, el duelo de Horacio es un duelo que alcanza a todo Manabí, al campo y la ciudad, su fallecimiento enluta la cultura nacional y latinoamericana, en la que se ganó un gran espacio de cariño y distinción. Te vamos a extrañar mucho mi querido Horacio, te despides de la vida sin molestar a nadie, tu mente luminosa nos seguirá acompañando con el aliento de su optimismo y las páginas en blanco de anhelos espirituales que nos dejaste para que la escriban los que coincidían contigo el sueño de construir una sociedad libre, racional, humana, fraterna, donde jamás se deje de respirar el aire fresco y estimulante de la moral y la justicia.
Descansa en paz Horacio.
Junio 8/2012
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