Nada
eleva más nuestra autoestima, nada nos motiva más humanamente, nada
reconforta más nuestro espíritu, no existen otros momentos donde la
alegría invade nuestros sentimientos y nos estimula a disfrutar de las
más hondas satisfacciones, que cuando se nos convoca y somos testigos de
un acto justo, cuando observamos en nuestra vida que los merecimientos
son reconocidos. Dialécticamente se sostiene y me adhiero a ese
criterio, que nada engrandece más a un ser humano, que cuando recibe el
reconocimiento espontáneo y solidario de quienes lo conocen y saben de
su trayectoria vital, cuando se valoran sus acciones y actitudes de
personas que se destacan por sus virtudes, como resultado de un obrar
correcto que no conoce de aprovechamientos indebidos ni de causar daño o
perjuicio a los demás.
Ese es exactamente el caso de este acto
solemne y único. Hoy es un día especial en nuestra patria, en la grande y
en la chica, en el Ecuador y en Manabí, hoy aplaudimos una muy clara
manifestación de justicia real, no asistimos por fortuna a un acto
convencional y a veces mercantilizado de entregar una presea, un
diploma, un certificado, un testimonio de agradecimiento, donde
otorgantes y receptores coinciden y se ponen de acuerdo para rendir un
“homenaje” a quien necesita de esa comedia falsa y de mal gusto para
poder aparentar que vale algo cuando en realidad no vale nada, son los
que con sus falacias y mentiras han herido de muerte la esperanza de
mejores días de la sociedad ecuatoriana, eso explica los momentos de
incertidumbre que vive el Ecuador, el que crezca la pobreza en nuestro
país y se busque trabajo en otros países, el que su futuro aparezca
nublado, el que existan espacios reducidos para ser optimistas, que
tengamos que aceptar que ser optimista en el Ecuador, es colocarnos en
la errada posición de ser “un pesimista mal informado”. La verdad que es
nuestro deber decirla, es la que me lleva a sostener sin ambivalencias
que lo importante en la vida no es llegar a ser, lo realmente valioso es
merecer serlo, cualquiera puede ser nombrado para cualquier cargo pero
pocos merecen ostentar altas dignidades o funciones públicas y también
privadas. Hoy en esta Calceta bautizada por sus habitantes como “la sin
par”, en esta ciudad donde el río Carrizal ha desbordado su exuberante y
caudaloso aporte a sus campiñas, en esta comarca donde la vegetación de
su inmenso valle reverdece los ideales y pensamientos de su ilustre
patrono el Libertador Bolívar, en esta tierra donde la exuberante bondad
manabita caracteriza a los calcetenses de ancestro, en esta ciudad de
los más encendidos afectos que Darío Moreira Velásquez ha tenido en su
proficua vida, en esta ciudad convertida en polo de desarrollo educativo
y cultural de nivel superior, por la existencia de su Escuela
Politécnica Agropecuaria, en este augusto recinto donde el conocimiento y
la razón tienen la palabra, se ha resuelto honrar a quien merece ser
honrado con un título honorífico, a quien optó en la vida justamente por
ser un ciudadano de honor, por ello me siento íntimamente halagado como
manabita, como amigo entrañable de Darío, se me haya brindado la
inigualable y algo más que eso, la envidiable oportunidad, de decir unas
cuantas fiases para expresar con la más profunda convicción que un
hombre que escogió el sendero de ser una persona útil a su patria y a su
Manabí natal, a los organismos a los que ha servido y sirve con talento
y lealtad, a una persona probadamente decente, que ha nutrido
permanentemente su acerbo de conocimientos, que ha enriquecido su
espíritu en su caminar por la vida, merece se le confiera el título que
hoy se le otorga, el de Doctor Honoris Causa, título que se jerarquiza
más, cuando la devaluación del título de pregrado e incluso el de
posgrado se han desmoronado ante una irrefrenable masificación de
otorgamientos, ofertas, entregas o venta de títulos, incompatibles con
el rigor que exige obtener un diploma de estudios en el nivel de la
educación universitaria y politécnica.
Pero me quedo corto si no
expreso en esta tarde ante tan selecto auditorio, ante este grupo de
amigos y amigas, de familiares de Darío que lo acompañan en este
imborrable acto de su grata existencia, que si bien es cierto el título
que se le otorga reconoce sus méritos, él ostenta otro que se lo ganó
con su comportamiento siempre caballeroso, honesto, respetuoso del
derecho de los demás, esa membrecía es la de Señor, y a “todo señor todo
honor” nos enseña el Código de la auténtica y genuina conducta humana.
Darío es un graduado de la Universidad Central, pero es más que todo un
graduado en la Universidad de la vida, por eso su conversación es una
fuente, un manantial inagotable e insuperable del que fluyen a cada
instante, torrentosas enseñanzas de sabiduría, de lecciones de vida, de
contribución sincera, amplia y desprendida para el aprendizaje de los
demás, y ahí tiene otro título que no lo enseña ni otorga ninguna
Universidad, el de ser un educador por vocación y convicción, un maestro
que entiende cabalmente su misión, que es la de ser un guía, un
orientador, un facilitador del aprendizaje de quienes quieren realmente
educarse y prepararse para enfrentar como buenos ciudadanos o
ciudadanas, los enigmas y contradicciones que nos presenta de la vida,
esa vida que Darío la aprendió a vivir y a vivir bien, nutriendo
permanentemente su mente y su espíritu.
Darío Moreira Velásquez es un
hombre de mundo en el mejor sentido de la expresión, es un ciudadano de
mente universal, su acerbo de conocimientos le ha permitido ser un
consultor y asesor principalmente en materia educativa y cultural de
altos funcionarios del Estado ecuatoriano, de organismos
internacionales, entre ellos menciono la UNESCO, la OEA, el Convenio
Andrés Bello, prestigiosas y cimeras organizaciones de orden cultural y
educacional, que siempre lo contaron entre sus más lúcidos funcionarios y
amigos, ocupando ahí también por méritos, el sitial reservado a quienes
se distinguen por la fecundidad en sus ejecutorias y su privilegiado
talento.
Quienes realmente lo conocemos tenemos que definirlo como
una especie de biblioteca de consulta, su universo y bagaje de
conocimientos es tan completo que amerita esa definición, en él es fácil
encontrar respuestas y opiniones acertadas sobre el complejo tejido
social, las expresa y analiza con fundamentos, es un archivo viviente de
la realidad nacional, de la latinoamericana y mundial, no sólo es un
erudito conocedor de hechos y sucesos acontecidos a lo largo de la
historia, tiene una cualidad notable y excepcional, sabe ubicar los
acontecimientos en su verdadero contexto, les da la interpretación veraz
y adecuada, por eso distintos Ministros de Educación del Ecuador no
pudieron prescindir de su colaboración, las organizaciones
internacionales siempre lo llamaron como asesor en materia de
cooperación internacional, unos y otros, con plena conciencia que su
inteligencia y claros criterios siempre alumbraron y encausaron las
actividades que les compete realizar.
Si nos preguntamos a quién
podríamos definir como un hombre culto en el más exigente sentido de la
palabra, no vacilaríamos en sostener que Darío sería un indiscutible
ejemplo de un hombre culto, su vasta formación en materia de lenguas y
literatura, sus inquietudes poéticas, sus conocimientos como profesional
formado en la Ciencia del Derecho, su formación sólida en el campo de
la historia, su condición de educador de elevado rango, su humanismo
derivado de su cabal entendimiento y comprensión de lo que significan
virtudes y defectos de los seres humanos, sus multiplicadas vivencias y
la experiencia acumulada por su dilatada gestión de servicio público, le
permiten generar conceptos bien hilvanados y certeros de la
idiosincrasia de los pueblos, todo aquello lo convierte en un personaje
de singular linaje intelectual, que sabe interrelacionar muy bien la
realidad de lo que significa la vida en su más diversas formas de
manifestarse, tiene un agudo criterio de la ubicuidad de hechos y
personajes, para diferenciar circunstancias y objetivos en el análisis
de la heterogénea problemática social.
La tertulia de Darío Moreira es
enriquecedora, inagotable. Personalmente me he alimentado de su
ilustración y dominio del escenario de la vida. La Universidad
ecuatoriana lo cuenta entre sus más distinguidos miembros y entre sus
directivos y consejeros del más alto nivel, su colaboración se ha vuelto
indispensable, si la familia de la UNESCO lo reconoce como uno de sus
más preclaros y conspicuos miembros, la familia universitaria
ecuatoriana y latinoamericana lo identifica y aprecia como uno de los
líderes que la conocen en sus más hondas interioridades, en las
fortalezas y debilidades del sistema de educación ecuatoriana,
latinoamericana y caribeña, su extenso peregrinaje y participación en
foros, eventos, seminarios, conferencias y otras cónclaves de similar
característica, su amistad con lo más selecto del mundo académico de
diferentes continentes, lo vuelven un autorizado expositor y critico de
las diversas facetas y materias que forman parte del quehacer educativo
en todos sus niveles, de la ciencia, de la tecnología, de las artes, es
un altísimo exponente de ideas y tesis creativas e imaginativas, sus
razonamientos provistos de lógica lo convierten en un discípulo
aventajado de Kant, sus reflexiones con las que observa las diversas
aristas de un problema, lo convierten en un seguidor inconfundible de
Descartes.
Debo felicitar al Ing. Leonardo Félix López y a quienes
integran el Consejo Politécnico de este joven centro de estudios
politécnicos, por su acierto de haber tenido la iniciativa y asumido la
decisión de rendir tan justo y cálido homenaje a Darío Moreira, su
nombre y su accionar en la vida nos enorgullece a los manabitas, es un
hombre que nos invita a querer más a esta tierra de los reales
tamarindos, de los naranjos en flor, a esta región cuajada de ceibos y
algarrobos, cuya fertilidad de sus valles y mesetas la han convertido en
una despensa privilegiada de nuestro país, su diversificada y amplia
producción la hacen un gran granero que evidencia el esfuerzo de
nuestros campesinos, esta tierra hospitalaria, de quimeras, de ilusiones
sin fronteras, de soles encendidos, de aguaceros y chinchos de agua que
nos refrescan la vida, esta tierra cuya fecundidad parece ser la
causante que de ella hayan brotado como frutos dignos de ser recordados,
poetas, novelistas, maestros, historiadores, ensayistas y en fin
incontables hombres y mujeres, cuyo pensamiento ilustrado ha encumbrado
el nombre de Manabí para que sea una tierra querida y envidiada por
quienes la conocen, de la cual además nunca dejaron de admirar el pensil
de sus hermosas mujeres, como lo escribía con tanta percepción y
sensibilidad en su soberbio poema, ese bardo que elevó el valor de la
lira y el romanticismo como fue Elías Cedeño Jervis, esta tierra con
olor a monte y sembríos, detiene esta tarde su siempre intenso y
esforzado trajinar, para aplaudir a uno de sus hijos predilectos que
siempre la hizo quedar muy bien.
En esta época donde el pleamar del
consumismo ha obnubilado la mente de amplios sectores poblacionales,
donde el desafío por tener ha eclipsado el derecho a ser, donde la tabla
de valores ha sido devastada por pretensiones descontroladas de
ambiciosos y arribistas que buscan poder y dinero, nuestro homenajeado
ha mantenido incólume sus principios, su fortaleza espiritual no ha
podido ser doblegada por tentaciones o presiones de toda índole que nos
presenta la vida, su tránsito por la vida no ha conocido de
sinuosidades, las señales de desvío no lo confundieron en lo que ha
significado su proyecto de vida, por eso es de aquellos maestros que
pasan a la posteridad educando con el ejemplo, es un socrático que
aprendió del filosofo ateniense su deseo sin fronteras por aprender, por
eso también sigue a Sócrates al adoptar como estilo de vida el
desinterés, que como lo decía el renombrado filosofo es el alma de la
virtud humana.
Manabí le debía un homenaje a Darío Moreira y que
bueno que en la tierra de sus ancestros se lo hayan hecho. Siempre
representó a nuestra provincia con dignidad y altivez, pocos como él
conocen y describen con tanta profundidad y fidelidad nuestra realidad,
domina nuestro pasado, le es familiar nuestro presente, visualiza con
clarividencia nuestro futuro, sabe de nuestras tradiciones, de nuestro
folklore, de nuestras costumbres, de las peculiaridades de nuestra raza
montubia, de las grandes virtualidades de las tradicionales familias
manabitas, conoce un poco más que todos nosotros de nuestra geografía,
por eso sostenía que lo que dice Darío es aleccionador, orientador, nos
permite ver las cosas tal como son, Darío es un manabita ilustre, su
sencillez lo engrandece, sus merecimientos nos inflaman de sano orgullo a
quienes lo apreciamos, por eso termino reafirmando que si la justicia
es posible, hoy nos hemos congregado para ser participes de un acto muy
justo. Darío tiene atributos suficientes para ser un Doctor Honoris
Causa, decisión que tenga la más absoluta seguridad distinguido
auditorio, de ella somos solidarios y se adhiere sin reserva y con la
mayor espontaneidad toda la comunidad universitaria manabita, y
sostengo, con las miradas complacientes y de buen agrado de toda la
Universidad ecuatoriana y de amigos de Darío de diversas latitudes de
nuestra América latina y caribeña. Lo repito, A todo señor todo honor
estimado Darío.
30 de mayo de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario