jueves, 19 de julio de 2007

El último viaje o el eterno retorno a la mayor obra de Alfaro




Ha sido un verdadero deleite el poder leer el libro El último Viaje escrito por el muy destacado intelectual cuencano Dr. Moisés Arteaga Lozano.
Creo sinceramente es un libro donde existe una copiosa imaginación del autor para recrear episodios y trasladar al presente la construcción de una magna y trascendental obra que buscó unir Costa y Sierra como lo fue el ferrocarril Guayaquil-Quito, donde el autor no excluye detalles de todas las vicisitudes que pudieron sucederse y/o se sucedieron en la construcción de la obra. Sin duda existe en el texto mucho de novela y mucho de relato y cuento de elevados niveles literarios.
El autor logra una maravillosa y bien concebida sinergia entre lo novelesco y lo real, aquella es sin duda una cualidad reservada a escritores de fuste, por eso no tengo reservas en sostener que esa excepcional peculiaridad lo convierte al autor en un autorizado expositor y analista de un hecho o acontecimiento nacional, que estaba esperando y merecía ser relatado por la pluma de tan distinguido compatriota, que realiza en muy amena descripción lo que significó para el país la construcción del ferrocarril, la obra que más contribuyó a relievar en el tiempo, el patriótico gobierno del General Eloy Alfaro Delgado.
Pero el libro no sólo está bien escrito, desde un punto de vista literario, y con envidiable uso del lenguaje; en el texto se incluyen con buen criterio y dentro de un contexto bien logrado, temas de orden político, como el recordar la oposición apasionada de enemigos de Alfaro atrincherados en el Congreso Nacional, que fue enfrentada con el talento y la firme decisión del gran líder liberal para contratar un crédito externo con una Compañía extranjera experimentada para realizar esta clase de obras. En otro aspecto el libro incorpora verdaderas clases de geografía nacional, dibujadas con palabras claras, precisas, elocuentes, que contribuyen a familiarizarnos con este Ecuador de hermosas diversidades y contrastes caprichosos, su gran dominio del castellano lo lleva a jugar muy bien en su narrativa entre los espectaculares paisajes que nos regala la naturaleza y los abruptos y asombrosos desniveles de los mismos, para lograr destacar la laboriosidad con que se ejecuta la obra y se agiganta el esfuerzo de los constructores de tan grandiosa tarea, sin dejar se le escape ningún detalle en la narración para que el relato sea completo, por ello se refiere en términos apropiados a las durísimas condiciones climáticas que diezmaron la salud y vida de los trabajadores que laboraban en la obra e inclusive describe con evidente nostalgia la muerte de uno de los más entusiastas directivos de la Compañía constructora, las dolorosas muertes masivas de compañeros que debilitaron el ánimo de los trabajadores, lo que obligó en esa época a importar mano de obra más resistente desde Jamaica. El apego por lo bueno de la vida del notable escritor, lo conduce a sugestivas elucubraciones sobre las bondades de la variedad de la gastronomía de nuestro país, con lo cual invita a engolosinarse al lector con sus provocadoras insinuaciones de la rica comida ecuatoriana.
Un comentario especial merece por su relación que tiene con el buen gusto, la importancia que le da en el contexto del libro a la belleza y exquisito donaire de la mujer costeña, que a través de una de sus beldades seduce a uno de los más importantes y jerarquizados técnicos ingleses de la Empresa Constructora, que termina con un desenlace que sólo es posible cuando existe ese inigualable e indescriptible sentimiento que es el amor, cuando el cotizado extranjero desplaza de sus afectos a un antiguo y sólido romance con una coterránea suya. Lo destacable de esta necesaria referencia es que no existen actos posibles que acontecieron o pudieron acontecer, detalle que el autor no incluya en su libro histórico; por ello no creo exagerar si afirmo que este libro del Dr. Moisés Arteaga es la más completa e imaginativa recopilación que se puede lograr sobre la construcción del añorado Ferrocarril ecuatoriano, con la ventaja que el libro resulta gratificante leerlo por el torrente de ideas con que el autor cuenta las escenas de todo el conjunto de factores humanos, políticos, geográficos, paisajísticos, climáticos, vinculados a la ejecución de tan monumental obra, cuya relación de hechos está sobriamente amenizada por el fluido y adecuado uso del idioma de su autor.
Pero hay dos aspectos que deben ser destacados en este libro, el uno, que el autor tiene la virtud de comunicar muy bien su mensaje al utilizar un lenguaje asequible a toda clase de personas, el otro, que paralelamente omite rebuscar términos que conviertan al libro en un documento que busque aproximarse a un elitismo intelectual; hay en consecuencia un escritor que entiende muy bien que en la sencillez de la actitud y el mensaje, radica la grandeza del ser humano. El Dr. Moisés Arteaga se descubre en definitiva corno un hombre de vasta cultura y de superior y clara inteligencia. El libro no se agota en una narración bien lograda de hechos que incidieron en la construcción de la obra que lo inspira, contiene en mi opinión dos mensajes de hondo contenido social y patriótico que nos aleccionan sobre el verdadero objetivo de Alfaro al construir el ferrocarril: buscó básicamente unir una patria diversa, Costa y Sierra dejaron de ser dos territorios distintos y distantes de un mismo país; costeños y serranos ya pudieron comunicarse mejor gracias al ferrocarril. Esa fue la finalidad de Alfaro, sentar las bases de una férrea unidad nacional al acercar a ecuatorianos de diferentes regiones de la patria, por eso continuó construyendo una red de ferrocarriles a lo largo y ancho del país, el autor capia en este aspecto muy bien el anhelo cívico del líder liberal radical y lo plasma con notable inteligencia en el texto de su recomendable libro.
Finalmente el libro incorpora una lección de vida que debe ser bien entendida y dimensionada en las inexplicables contradicciones de la existencia humana, una obra que mereció tanto esmero y entrega de parte de Alfaro para sentar los cimientos de un Ecuador unitario, para que se edificara una debida interrelación entre ecuatorianos, fue el que utilizaron sus adversarios para conducirlo a prisión y luego masacrarlo sin compasión alguna, quedando para la posteridad histórica la oscura página del arrastre perverso y canallesco de su cuerpo y los de sus leales compañeros y amigos de lucha, y como lección luminosa la acción y gestión de un hombre que entregó su vida por su patria y lo encumbra a la posición indiscutida de ejemplo de un líder, de hombre de Estado, de patriota sin fronteras ni límites, cuyo nombre y acción trascendió los linderos del Ecuador.